“El Tropezón”, un recreo construido en 1928 con el estilo propio de las construcciones de esta zona isleña. Tanto un cuarto mantenido como museo como un monolito de granito recuerdan al escritor argentino Leopoldo Lugones, que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 y que en 1938 se quito la vida en este lugar conmoviendo al público de la época. Había nacido en 1874 en la provincia de Córdoba y de su prosa destacan “La Guerra Gaucha” (1905), “Las Fuerzas Extrañas” (1906), “El Payador” (1916), “Cuentos Fatales” (1924).
Es el caso de la Hostería El Tropezón, tradicional paseo litoraleño que cerró sus puertas definitivamente.
Ya nadie podrá visitarla, y por si algún distraído se equivoca y se detiene en su muelle, los empleados y otros moradores le harán saber que la entrada está prohibida.
La hostería, una construcción típica de la zona fluvial, con su extensa galería techada y sus jardines repletos de flores rodeando la casona, se fue llenando de magia con el paso de sus visitantes, desde que fue inaugurada, a principios de 1928.
Ese mismo año nació Manuel Berisso en una de las habitaciones. Hoy, con las puertas cerradas, cuenta su relato sobre el hostal donde pasó toda la vida.
"Trabajar honestamente es un error, hay que trabajar con la mugre", dice con mucha bronca este hombre de 75 años que se resignó al abandono del lugar. "Ultimamente bajaba la gente de la lancha y agarraban el recreo por su cuenta. Hay una gran falta de educación."
Dos años tardó Manuel en tomar la decisión de clausurarlo, con tanto dolor que casi prefiere no hablar del tema.
Dejó la hostería un lunes y no quiere volver ni que otros vuelvan. "No quiero que vaya nadie, y tengo dos personas con escopetas para custodiar el lugar para que no baje nadie", dice, aunque esos hombres en realidad no existan. "Ahora hay que empezar a atar eslabones de por qué cerró El Tropezón."
Las 20 habitaciones quedarán vacías, y el gran restaurante que tantas alegrías les dio a los dueños se mantendrá sólo con los fantasmas de cientos de comensales.
La hostería estuvo siempre a cargo de la familia, que nunca recibió ayuda de organizaciones gubernamentales ni de las otras. "No recibí ninguna propuesta, pero tampoco la quiero escuchar", dice Manuel con relación a posibles alternativas para evitar el cierre.
Por allí pasaron casi todos los presidentes. "Frondizi nos pintó el oro y el moro, y después se borró. Dijo "esto hay que protegerlo porque es un lugar histórico", pero nunca hizo nada."
A pesar de los rumores sobre una posible venta por 320.000 dólares, la hostería quedará para la familia. Aurora Giudice, de 94 años, y su hija Elsa seguirán viviendo allí y también los empleados, a quienes les mantendrán el sueldo para que cuiden el lugar.
Manuel prefiere quedarse en su casa de San Fernando. ¿A qué se va a dedicar ahora? "A juntar lumbrices para pescar. Quiero disfrutar lo que me queda."
"Uno de los recreos más antiguos del Delta, El Tropezón, abre sus puertas desde hace 75 años. El 31/3 tiene planeado cerrarlas para siempre, cerrando así una pequeña porción de nuestra historia.
"Ubicado en el corazón del Delta y rodeado de una naturaleza exuberante, esta hostería y restaurante mantiene su arquitectura original intacta. Todavía se puede visitar el cuarto donde se suicidó el poeta Leopoldo Lugones en 1938 y leer su última y trágica carta.
"El Tigre posee una magia particular y lugares como éste la incrementan. Un rincón de silencio donde sólo se escucha el rugir de las lanchas por el inmenso Paraná y el crujir de los pisos de madera con el paso lento de sus habitantes. Ya no existen recreos de estas características y quizá éste sea el último."
Más allá de Tigre, por la ruta 27 que arranca en Liniers por la avenida Santa María de las Conchas comienza el antiguo Rincón de Milberg y Benavídez, región interurbana de alguna modestia que ahora, desde el canal de regatas fue acaparada por countries y barrios privados.
Es zona de agua salada surgente y también de recreos asomados a orillas del río Luján. A dos de ellos se llega desde la ruta 27 y la calle Dellepiane. El Zorzal, antiguo recreo que inevitablemente evoca a Gardel, y Soeva, que no son otra cosa que las siglas de una entidad gremial.
El ingreso en el El Zorzal cuesta 4 pesos y la entrada da derecho al uso de las piscinas (no hay revisión médica) y a las unidades de camping (mesas, bancos y fogones), además de su muelle de pesca y la breve playa sobre las aguas del Luján.
El centro recreativo de Soeva son 10 hectáreas bien parquizadas con centenares de unidades de camping y una gran pileta para mayores -otra para chicos-, que se usan liberadas con el derecho de entrada (5 pesos) y la autorización médica obligatoria que funciona en el lugar. Cuenta con un sólido muelle sobre el río Luján y un erguido y económico restaurante con grandes ventanales sobre las aguas.
Ambos recreos atraen populosos adherentes a los asados, la pesca y el fútbol y los visitantes pueden preparar el almuerzo, aunque los precios del restaurante son módicos.
Recreo el Toro El recreo les brindo otra época de prosperidad económica, y se hizo tan famoso su nombre que José importa de Europa (posiblemente de Inglaterra) una estatua de un toro a tamaño real. Esa que hoy podemos ver en la costa de enfrente en otro recreo que también lleva el nombre de El Toro.
Si se pregunta que pasó con el dinero y joyas dejadas en Buenos Aires, al año de asentarse en la isla regresaron a su casa de la calle Defensa. Había sido saqueada, pero... el paquete estaba en la carbonera. Todos los valores habían sido recuperados, pero lo inutilizada que quedó la vivienda y el negocio los decidió por regresar y quedarse en lo que sería su nuevo y renombrado paraje: el RECREO DEL TORO.
El recreo fue atendido por la familia y visitado por importantes personajes de la época.
Esta historia continúa hasta aproximadamente 19l5, momento en que es vendido a tres socios, Leveroni, Castet y otro que el apellido escapa a la memoria.
Una vez vendido, José y Teresa se separaron, ella se fue a vivir a una casa que habían comprado en Victoria y el alquiló en Capital Federal (Av. Directorio al 1600).
Desde entonces, con alguna variación en el nombre, y con cambios de domicilio (de una orilla a la otra) el recreo continúa recibiendo a aquellos gustosos del delta, siempre bajo la mirada del toro que alguna vez José trajo de su continente natal.
El actual recreo El Toro se encuentra a unos 40 minutos en lancha colectiva desde el puerto de Tigre.
Recuerdos de infancia. El zorzal fue más que mi patio los días sábados cuando allá nos ibamos en el camión de mi papá. Pesca con cañita de cañaveral, nadar en el río o en las piletas de agua salada (para acceder a ella había que caminar kilómetros! Quien te ha visto y quien te ve bello Tigre.
tendrían q volver estos centros recreativos. el soeva cuanta historia. tantos recuerdos. hoy en dia me gustaría llevar a mis hijos y no puedo. todo por hacer negocios con los countryes
“El Tropezón”, un recreo construido en 1928 con el estilo propio de las construcciones de esta zona isleña. Tanto un cuarto mantenido como museo como un monolito de granito recuerdan al escritor argentino Leopoldo Lugones, que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 y que en 1938 se quito la vida en este lugar conmoviendo al público de la época. Había nacido en 1874 en la provincia de Córdoba y de su prosa destacan “La Guerra Gaucha” (1905), “Las Fuerzas Extrañas” (1906), “El Payador” (1916), “Cuentos Fatales” (1924).
ResponderEliminarEs el caso de la Hostería El Tropezón, tradicional paseo litoraleño que cerró sus puertas definitivamente.
ResponderEliminarYa nadie podrá visitarla, y por si algún distraído se equivoca y se detiene en su muelle, los empleados y otros moradores le harán saber que la entrada está prohibida.
La hostería, una construcción típica de la zona fluvial, con su extensa galería techada y sus jardines repletos de flores rodeando la casona, se fue llenando de magia con el paso de sus visitantes, desde que fue inaugurada, a principios de 1928.
Ese mismo año nació Manuel Berisso en una de las habitaciones. Hoy, con las puertas cerradas, cuenta su relato sobre el hostal donde pasó toda la vida.
"Trabajar honestamente es un error, hay que trabajar con la mugre", dice con mucha bronca este hombre de 75 años que se resignó al abandono del lugar. "Ultimamente bajaba la gente de la lancha y agarraban el recreo por su cuenta. Hay una gran falta de educación."
Dos años tardó Manuel en tomar la decisión de clausurarlo, con tanto dolor que casi prefiere no hablar del tema.
Dejó la hostería un lunes y no quiere volver ni que otros vuelvan. "No quiero que vaya nadie, y tengo dos personas con escopetas para custodiar el lugar para que no baje nadie", dice, aunque esos hombres en realidad no existan. "Ahora hay que empezar a atar eslabones de por qué cerró El Tropezón."
FANTASMAS DEL AYER Hostería El Tropezón
ResponderEliminarLas 20 habitaciones quedarán vacías, y el gran restaurante que tantas alegrías les dio a los dueños se mantendrá sólo con los fantasmas de cientos de comensales.
La hostería estuvo siempre a cargo de la familia, que nunca recibió ayuda de organizaciones gubernamentales ni de las otras. "No recibí ninguna propuesta, pero tampoco la quiero escuchar", dice Manuel con relación a posibles alternativas para evitar el cierre.
Por allí pasaron casi todos los presidentes. "Frondizi nos pintó el oro y el moro, y después se borró. Dijo "esto hay que protegerlo porque es un lugar histórico", pero nunca hizo nada."
A pesar de los rumores sobre una posible venta por 320.000 dólares, la hostería quedará para la familia. Aurora Giudice, de 94 años, y su hija Elsa seguirán viviendo allí y también los empleados, a quienes les mantendrán el sueldo para que cuiden el lugar.
Manuel prefiere quedarse en su casa de San Fernando. ¿A qué se va a dedicar ahora? "A juntar lumbrices para pescar. Quiero disfrutar lo que me queda."
EL TROPEZÓN
ResponderEliminarSeñor Director:
"Uno de los recreos más antiguos del Delta, El Tropezón, abre sus puertas desde hace 75 años. El 31/3 tiene planeado cerrarlas para siempre, cerrando así una pequeña porción de nuestra historia.
"Ubicado en el corazón del Delta y rodeado de una naturaleza exuberante, esta hostería y restaurante mantiene su arquitectura original intacta. Todavía se puede visitar el cuarto donde se suicidó el poeta Leopoldo Lugones en 1938 y leer su última y trágica carta.
"El Tigre posee una magia particular y lugares como éste la incrementan. Un rincón de silencio donde sólo se escucha el rugir de las lanchas por el inmenso Paraná y el crujir de los pisos de madera con el paso lento de sus habitantes. Ya no existen recreos de estas características y quizá éste sea el último."
Milena Braun
DNI 21.795.386
EL ZORZAL Y SOEVA (9)
ResponderEliminarMás allá de Tigre, por la ruta 27 que arranca en Liniers por la avenida Santa María de las Conchas comienza el antiguo Rincón de Milberg y Benavídez, región interurbana de alguna modestia que ahora, desde el canal de regatas fue acaparada por countries y barrios privados.
Es zona de agua salada surgente y también de recreos asomados a orillas del río Luján. A dos de ellos se llega desde la ruta 27 y la calle Dellepiane. El Zorzal, antiguo recreo que inevitablemente evoca a Gardel, y Soeva, que no son otra cosa que las siglas de una entidad gremial.
El ingreso en el El Zorzal cuesta 4 pesos y la entrada da derecho al uso de las piscinas (no hay revisión médica) y a las unidades de camping (mesas, bancos y fogones), además de su muelle de pesca y la breve playa sobre las aguas del Luján.
El centro recreativo de Soeva son 10 hectáreas bien parquizadas con centenares de unidades de camping y una gran pileta para mayores -otra para chicos-, que se usan liberadas con el derecho de entrada (5 pesos) y la autorización médica obligatoria que funciona en el lugar. Cuenta con un sólido muelle sobre el río Luján y un erguido y económico restaurante con grandes ventanales sobre las aguas.
Ambos recreos atraen populosos adherentes a los asados, la pesca y el fútbol y los visitantes pueden preparar el almuerzo, aunque los precios del restaurante son módicos.
Recreo el Toro
ResponderEliminarEl recreo les brindo otra época de prosperidad económica, y se hizo tan famoso su nombre que José importa de Europa (posiblemente de Inglaterra) una estatua de un toro a tamaño real. Esa que hoy podemos ver en la costa de enfrente en otro recreo que también lleva el nombre de El Toro.
Si se pregunta que pasó con el dinero y joyas dejadas en Buenos Aires, al año de asentarse en la isla regresaron a su casa de la calle Defensa. Había sido saqueada, pero... el paquete estaba en la carbonera. Todos los valores habían sido recuperados, pero lo inutilizada que quedó la vivienda y el negocio los decidió por regresar y quedarse en lo que sería su nuevo y renombrado paraje: el RECREO DEL TORO.
El recreo fue atendido por la familia y visitado por importantes personajes de la época.
Esta historia continúa hasta aproximadamente 19l5, momento en que es vendido a tres socios, Leveroni, Castet y otro que el apellido escapa a la memoria.
Una vez vendido, José y Teresa se separaron, ella se fue a vivir a una casa que habían comprado en Victoria y el alquiló en Capital Federal (Av. Directorio al 1600).
Desde entonces, con alguna variación en el nombre, y con cambios de domicilio (de una orilla a la otra) el recreo continúa recibiendo a aquellos gustosos del delta, siempre bajo la mirada del toro que alguna vez José trajo de su continente natal.
El actual recreo El Toro se encuentra a unos 40 minutos en lancha colectiva desde el puerto de Tigre.
Recuerdos de infancia. El zorzal fue más que mi patio los días sábados cuando allá nos ibamos en el camión de mi papá.
ResponderEliminarPesca con cañita de cañaveral, nadar en el río o en las piletas de agua salada (para acceder a ella había que caminar kilómetros!
Quien te ha visto y quien te ve bello Tigre.
tendrían q volver estos centros recreativos. el soeva cuanta historia. tantos recuerdos. hoy en dia me gustaría llevar a mis hijos y no puedo. todo por hacer negocios con los countryes
ResponderEliminar