domingo, 15 de abril de 2012

El delta que se visita en tren de esparcimiento ( estacion Delta y estacion Tigre )









5 comentarios:

  1. El delta que se visita en tren de esparcimiento

    Es una zona cuya historia arranca con la segunda fundación de Buenos Aires y desde entonces registra tantos momentos de decadencia como de resurrección. En 1873 comenzó a funcionar su primer club de remo, actividad que hacia 1922 convocaba a más de diez mil remeros asociados en diez clubes que disfrutaban del medio centenar de recreos y restaurantes isleños. Hoy, además de contar con los servicios de gas y de teléfono, el paseo se ha visto remozado por el Parque de la Costa y el impresionante boom inmobiliario que ya suma una docena de countries náuticos, varios barrios privados y una serie de ambiciosos proyectos edilicios.


    El Tigre en 1901, en las épocas de su primer esplendor. Las bicicletas eran el medio de transporte habitual en la isla. Foto: Foto de G.H. OLDS. Colección Mateo E. Giordano, publicado en H. G. Olds Fotografías 1900/1943
    EL ferrocarril eléctrico llegó a Tigre en 1916, pero el primer club de remo funcionó desde 1873. Para 1922, el delta convocaba a más de diez mil remeros asociados en diez clubes y cuarenta lanchas de pasajeros navegaban hacia medio centenar de recreos y restaurantes isleños. En los años cuarenta y cincuenta esta Venecia silvestre ganó su esplendor mayor, resucitado hace poco con el tren y el Parque de la Costa, otra nueva estación ferroviaria, remozamientos costeros y los servicios de gas y teléfono isleño. Se le sumó un boom inmobiliario: dos docenas de countries náuticos y barrios privados.

    El Tigre de hoy permite registrar instantáneas fotográficas del remozado paseo Victorica, parquizado y con farolas junto a las aguas del río Luján. Es un nuevo Tigre. Desde el tren turístico que surte al parque, hasta la moderna estación terminal del servicio ferroviario que TBA despacha desde Retiro y recibe a los viajeros con un centenar de mástiles embanderados. Son las imágenes que entonan un progreso elaborado también en otros rubros, como el que logró el servicio de gas y la telefonía cableada.

    Tigre y su delta tienen una historia que arranca con la segunda fundación de Buenos Aires, y desde entonces suma tantas decadencias como resurrecciones.

    La primitiva aldea junto al río Las Conchas, hoy Reconquista, sufrió todo tipo de inundaciones. Don Manuel de San Ginés, su párroco de principios de siglo pasado, comenzó a mudarla a lo alto de lo que -temporal mediante del 5 y 6 de junio de 1805 y bautismo del marqués de Sobremonte, el 2 de febrero de 1806- se llamó San Fernando de la Buena Vista (por Fernando VII y el panorama que desde allí se divisaba, ya que no se sabe si el infortunado rey era miope).

    La aldea resucitó y no sólo fue emporio de clubes, gran puerto de frutos y maderos y primera zona del miniturismo. Hasta tuvo proyectos espectaculares, como el del emprendedor Benito Villanueva, que creó un barrio de canales donde se plantó otra vía de tren que pasaría a las islas por un dique que jamás fue construido y del que sólo quedó el nombre: Dique Luján.

    Y quizá porque estas historias se conciben con audacia es que el tren y el Parque de la Costa no resultaron, por ahora, el negocio soñado.

    Hoy el recreo Tres Bocas, por ejemplo, es un modesto camping . Pero a fines de la segunda década de este siglo tenía la fina atención del Emporio Gastronómico Ligure, nada menos que de Ferrando Hermanos, a cargo de un codiciado restaurante porteño, además de negocio de óptica y fotografía. Ofrecía un servicio de cocina a la genovesa con ponderados platos de ranas, caracoles, torta pascualina y pastas caseras. Un fotógrafo de la empresa retrataba a señoras con sombrillas de mano y señores trajeados de livianos palmbeach y encasquetados con ranchos parisienses.

    En esos tiempos (1922) una draga encontró en el limoso cauce del río Luján, frente a Tigre, la caja de caudales con 20 mil pesos en moneda y platino del Fulminante, un barco de la Armada que hizo honor de su nombre el jueves 4 de octubre de 1877 cuando estalló con estrépito y dejó el luctuoso saldo de trece víctimas fatales.

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  2. El delta que se visita en tren de esparcimiento (II)

    Para entonces, y sólo por unos días, se suspendió, claro, la actividad de los remeros del Buenos Aires Rowing Club, que bogaban esas aguas desde 1873. Muchos de estos pioneros llegaban bulliciosos a la estación San Fernando, habilitada desde el 1º de enero de 1865 por Bartolomé Mitre. Pero para 1922, Tigre ya llevaba seis años (desde el 16 de agosto de 1916) con estación junto a las aguas a donde llegaban desde Retiro 65 servicios diarios de trenes eléctricos (y se despachaban otros 65 servicios de vuelta, 24 rápidos, siempre vía Victoria, y a 2,35 pesos el pasaje de primera incluido el regreso).

    También hacía cuatro años que se editaba la Guía Tigre, en cuyas páginas, Howard Williams, el gerente del ferrocarril, rogaba a los organizadores de regatas, picnics y reuniones sociales, ponerse en contacto con la empresa para arreglar comodidades especiales destinadas al mejor confort de los viajeros. Es que de los 14.872 remeros asociados a los clubes de todo el país, el 80 por ciento pertenecía a la decena de clubes que tenían sus planchadas con carriles en Tigre. Desde los tiempos que la punta de rieles estaba en San Fernando, los remeros abordaban el tren con bicicletas -que se acomodaban en un furgón- con las que rodaban hasta los clubes. La costumbre siguió en los trenes eléctricos, aunque no todos los pasajeros del tren eran deportistas.

    Los viajeros tardíos almorzaban en Tigre Rosario, el restaurante cercano a la vías y a las aguas, con terraza, servicio de mesa y orquesta los sábados y domingos.

    Un paseo por los escalones que en el Puerto de Frutos se desbarrancan hacia las aguas servía para elegir carnosos duraznos y jugosas ciruelas. Los excursionistas mejor provistos de efectivo hacían playa cerca del parador ribereño de Francisco Demichelis o embarcaban en el canal San Fernando a bordo del Bernardino Rivadavia, donde se servía el almuerzo, mientras una orquesta resoplaba en cubierta (todo por siete pesos).

    Es imposible separar en una reseña a Tigre de San Fernando. Carlos Belgrano -hermano del creador de nuestra bandera- fue comandante de las dos poblaciones y otro tanto hizo espiritualmente el cura San Ginés.

    En 1811, pasan rumbo a Rosario y Santa Fe, Hipólito Vieytes y el presbítero José María de la Peña, buscando información sobre esporádicas fechorías realistas y para estudiar las fortificaciones. En 1812 se apostan granaderos de San Martín y muere allí -envenenado, aseguran algunos- el obispo Benito Lué y Rueda. También estuvieron Dorrego y Tagle, mientras que el puerto sirvió para embarcar a José María Paz después de Caseros y a Urquiza después de Cepeda.

    Sarmiento lo recorrió todo y vivió en las islas (un templete guarda su vivienda) y está en pie la quinta Astengo donde Bartolomé Mitre escribió parte de sus historias. Julio A. Roca veraneó en el demolido Tigre Hotel, también sede del agasajo que se dio a Quintino Bocayuva, y misia Chepa Lavalle de Sáenz Valiente encabezaba en su residencia las tertulias de lo más granado de la sociedad porteña.

    En Tigre escribió su historia Vicente Fidel López, Eduardo Madero concibió lo mejor de sus proyectos y se inspiró Marcos Sastre. También fue punto de partida para remeros olímpicos y cuna de romances primaverales y estudiantiles. .

    Por Francisco N. Juárez
    Especial para La Nación

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  3. Del país Pampeano al visionario Sarmiento

    --Recién a finales del siglo XIX la Argentina comenzó a tomar conciencia de su inmenso litoral marítimo y las posibilidades de sus grandes ríos navegables, cuando la definitiva conquista del desierto extendió los límites más allá del Río Salado. Hasta poco antes de 1880, las tierras de la otra orilla eran territorio de los indios, en tanto el país se mantuvo enfrascado durante buena parte del siglo XIX en una desgastante contienda entre unitarios y federales que no terminaba de unificar la República.


    El nuevo sistema político implantado por el General Roca y sus aliados provinciales puso fin a las guerras civiles y con una Buenos Aires ya federalizada, las energías de muchos miembros de la elite porteña dejaron de ser invertidas en las artes de la guerra y la política para canalizarse en diversas actividades. El deporte náutico –sea en su variante de navegación a vela o a remo-, prácticamente inexistente frente a las carreras cuadreras, la pelota Baska, o el juego del Pato. Lo mismo sucedía con la natación. Así, las aguas del Plata, más allá de servir para los baños de las clases populares que eran mal vistos por la gente de la sociedad, apenas servían para negocio de los aguateros, según refiere el libro que resume la historia de los primeros 100 años del Yatch Club Argentino. Lo antedicho conforma un panorama de país netamente pampeano que prácticamente puso un manto de ignorancia a uno de los sistemas fluviales más espectaculares y generosos del mundo.

    Así, el deporte náutico argentino, hasta 1880, fue patrimonio casi exclusivo de los ingleses: bañistas, veleristas o remeros eran de aquella nacionalidad o descendían de británicos. Ellos fueron quienes desde 1850 comenzaron a pasearse en sus veleros por las aguas del río, amarrando en el puerto del Tigre o el Riachuelo. En 1861 descendientes de ingleses fundan el Boating Society con amarradero en el muelle de pasajeros del puerto porteño, pero la tormenta de Santa Rosa terminó con él el 30 de agosto, pocos meses después de su inauguración.

    En la década del 70 el ferrocarril Norte acortó las distancias entre los puertos de Tigre y San Fernando con la Capital Federal , en tanto el viaducto que llevaba a Ensenada hizo lo propio con la Boca de Riachuelo, allí donde hacia 1873 varios remeros fundan en Buenos Aires Rowing Club, entidad que poco después trasladarían al Tigre. En 1874 nació el Club de Regatas La Marina , también fomentando las actividades náuticas. Poco a poco, los centros urbanos importantes se fueron amigando con el río, pese a que Buenos Aires se construyó des espaldas al majestuoso Río de la Plata.

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  4. Recuerdan el nombre de el restaurant de tres bocas que manejaba la flia Gatti Maria y Jose mi mail es soypulguero@hotmail.com.ar

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